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Asamblea de Estudiantes de Historia Social Universidad Bolivariana

LA INDUSTRIA ESCOLAR

LA INDUSTRIA ESCOLAR

La escuela comenzó su masificación junto a los procesos de industrialización del llamado primer mundo durante la segunda mitad del siglo XIX. Se comprendió tempranamente que la formación básica ayudaba a que los trabajadores pudiesen manipular las nuevas máquinas, y que si bien los trabajos eran rutinarios, al estilo de las películas en blanco y negro de la época del carbón inglés, progresivamente se fue necesitando mayor capacitación.

Contemporáneamente en Chile surgían debates importantes que tendían a cuestionar el hecho de que sólo los más adinerados e influyentes tuviesen derecho a una educación de calidad, mientras las clases más bajas no accedían a ésta, o recibían una formación mínima. Hay que decir que la educación en Chile en gran parte del siglo XIX fue mayormente privada, entendiéndose ésta como un privilegio. Sin embargo, el debate creció cuando ciertos sectores más progresistas pensaron que sería bueno que la educación básica fuese obligatoria. Los sectores conservadores defendieron igual que hoy, que eran "los padres quienes debían decidir (si sus hijos debían ir o no a la escuela)" y que el Estado no podía obligar. Curioso argumento a los ojos del ciudadano de comienzos del siglo XXI, pero lo que más sorprende es que se haya usado la misma razón que hoy: ¡la libertad de enseñanza!, que parece siempre haberse entendido como en oposición al derecho a la educación que reclaman los sectores excluidos.

Pero quiero volver al título de esta columna, la industria escolar. La masificación de la escuela (pese a los reclamos de los sectores más conservadores) supuso que se multiplicaran los edificios escolares y el personal docente. Toda este buen impulso hablaba de un compromiso fuerte del Estado para apoyar el crecimiento de la educación pública, que era atender a todas las capas bajas y medias que no habían sido atendidas por la educación privada durante el primer siglo de la República de Chile. Si bien los sectores conservadores, incluida la Iglesia Católica, lograron detener algunas innovaciones como el Plan San Carlos e intentos de reformas que ampliaran el derecho a la educación y responsabilidad estatal, se logró una base social que fue capaz de activarse como actor mejor educado y por ende activo políticamente.

La masificación de la escuela ha implicado la entrada generalizada de niños y niñas al sistema educativo y ha significado una fuerte presión a las escuelas y liceos públicos, que siempre han defendido constitucionalmente el derecho a la educación de todas y todos a diferencia de las escuelas privadas. El desafío hoy, es lograr que la relación pedagógica, es decir la interacción entre profesores y alumnos, reconozca de mejor manera las diferencias de sus alumnos y logre establecer mejores rutas de aprendizaje individualizadas para cada estudiante. Hoy pedir esto es un imposible. La educación pública chilena (y una parte importante de la educación particular subvencionada) tiene un porcentaje altísimo de alumnos por curso, es frecuente observar aulas con más de 40 alumnos y un docente tratando de generar un proceso pedagógico en ella. No es de extrañar en estas condiciones que los docentes inviertan parte importante del tiempo de cada clase "a disciplinar", es decir a establecer las condiciones básicas para enseñar y aprender.

Esta discusión ha estado ausente de las iniciativas del Estado, se sigue entendiendo a la educación como un proceso industrial, por lo tanto, los alumnos, que tienen diferentes necesidades y aptitudes, deben pasar por un proceso de homogenización y estandarización que impide a la escuela sacar lo mejor de nuestras nuevas generaciones. Producir lo máximo, al menor costo. Flaco favor en este sentido hace el SIMCE que ha establecido rutinas homogeneizantes donde parece que lo único que importa es tener buenos resultados en lenguaje y matemática.

Una propuesta a tener en cuenta es imitar el camino de otros países desarrollados, que tienen promedios de alumnos por sala no superiores a 20. La industria escolar debe ser desmantelada, porque en las escuelas se forman personas, y no latas de sardinas.

 

 

Jorge Inzunza H.

Magíster en Ciencias Humanas y Sociales

 

27 de junio de 2008                                                   OPINA

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